Skip to content
Dr. Bernard Nathanson

Carta abierta del Dr. Bernard Nathanson

El 21 de febrero de 2011 falleció el Dr. Bernard Nathanson, el médico que pasó de ser considerado como el “Rey del aborto“, a convertirse en un adalid de la defensa de la vida humana desde su concepción.

En 1992 escribió una carta pública, en la que describe cómo el lobby abortista ejerce su poder para forzar a los políticos a promulgar leyes abortistas.

Todas las triquiñuelas a su alcance son válidas: falsear datos, jugar con las estadísticas, ridiculizar a los católicos y tapar los informes que les son desfavorables.

Como científico no creo, yo sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción.

Bernard Nathanson

Carta abierta del Dr. Bernard Nathanson (1992)

Soy responsable directo de 75.000 abortos, lo que me empuja a dirigirme al público poseyendo credibilidad sobre la materia.

Fui uno de los fundadores de la Asociación Nacional para Revocar las Leyes sobre el Aborto en los Estados Unidos, en 1968. Entonces una encuesta veraz hubiera establecido el hecho de que la mayoría de los norteamericanos estaban en contra de leyes permisivas sobre el aborto. No obstante, a los 5 años conseguimos que la Corte Suprema legalizara el aborto, en 1973. ¿Como lo conseguimos? Es importante conocer las tácticas que utilizamos, pues con pequeñas diferencias se repitieron con éxito en el mundo Occidental.

Nuestro primer gran logro fue hacernos con los medios de comunicación.

Les convencimos de que la causa proaborto favorecía un avanzado liberalismo y sabiendo que en encuestas veraces seríamos derrotados, amañamos los resultados con encuestas inventadas y las publicamos en los medios; según ellas el 60% de los norteamericanos era favorable a la implantación de leyes permisivas de aborto. Fue la táctica de exaltar la propia mentira y así conseguimos un apoyo suficiente, basado en números falsos sobre los abortos ilegales que se producían anualmente en USA. Esta cifra era de 100.000 (cien mil) aproximadamente, pero la que reiteradamente dimos a los medios de comunicación fue de 1.000.000 (un millón). Y una mentira lo suficientemente reiterada, la opinión pública la hace verdad.

El número de mujeres que morían anualmente por abortos ilegales oscilaba entre 200 y 250, pero la cifra que continuamente repetían los medios era 10.000 mil, y a pesar de su falsedad fue admitida por muchos norteamericanas convenciéndoles de la necesidad de cambiar las leyes sobre el aborto.

Otro mito que extendimos entre el público, es que el cambio de las leyes solamente implicaría que los abortos que se practicaban ilegalmente, pasarían a ser legales. Pero la verdad es que actualmente, el aborto es el principal medio para controlar la natalidad en USA. Y el número de anual de abortos se ha incrementado en un 1500%, 15 veces más.

La segunda táctica fundamental fue jugar la carta del anticatolicismo.

Vilipendiamos sistemáticamente a la Iglesia católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas; y atribuimos a sus jerarquías el papel del «malvado» principal entre los opositores al aborto permisivo. Lo resaltamos incesantemente. Los medios reiteraban que la oposición al aborto procedía de dichas jerarquías, no del pueblo católico; y una vez más, falsas encuestas «probaban» reiteradamente que la mayoría de los católicos deseaban la reforma de las leyes antiaborto. Y los tambores de los medios persuadieron al pueblo americano de que cualquier oposición al aborto tenía su origen en la jerarquía católica y que los católicos proaborto eran los inteligentes y progresistas. El hecho de que grupos cristianos no católicos, y aún ateos, se declarasen pro-vida, fue constantemente silenciado.

La tercera táctica fundamental fue denigrar o ignorar, cualquier evidencia científica de que la vida comienza con la concepción.

Frecuentemente me preguntan qué es lo que me hizo cambiar. ¿Cómo pasé de ser un destacado abortista a un abogado pro-vida? En 1973 llegué a ser Director de Obstetricia en un gran Hospital de la ciudad de Nueva York, y tuve que iniciar una unidad de investigación perinatal; era el comienzo de una nueva tecnología que ahora utilizamos diariamente para estudiar el feto en el útero materno. Un típico argumento pro aborto es aducir la imposibilidad de definir cuándo comienza el principio de la vida, afirmando que ello es un problema teológico o filosófico, no científico.

Pero la fetología demuestra la evidencia de que la vida comienza en la concepción y requiere toda la protección de que gozamos cualquiera de nosotros.

Ud. podría preguntar: ¿Entonces, por qué algunos doctores, conocedores de la fetología, se desacreditan practicando abortos?

Cuestión de aritmética: a 300 dólares cada uno, un millón quinientos cincuenta mil (1.550.000) abortos en los Estados Unidos, implican una industria que produce 500 millones de dólares anualmente. De los cuales, la mayor parte van a los bolsillos de los doctores que practican el aborto. Es un hecho claro que el aborto voluntario es una premeditada destrucción de vidas humanas. Es un acto de mortífera violencia. Debe de reconocerse que un embarazo inesperado plantea graves y difíciles problemas. Pero acudir para solucionarlo a un deliberado acto de destrucción supone podar la capacidad de recursos de los seres humanos; y, en el orden social, subordinar el bien público a una respuesta utilitarista.

Como científico no creo, yo sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción.

Y aunque no soy de una religión determinada, creo con todo mi corazón que existe una divinidad que nos ordena finalizar para siempre este infinitamente triste y vergonzoso crimen contra la humanidad.

Nota: El Dr. Nathanson se convirtió posteriormente al catolicismo, siendo bautizado en 1996.

Original en inglés

I am personally responsible for 75,000 abortions. This legitimises my credentials to speak to you with some authority on the issue.

I was one of the founders of the National Association for the Repeal of the Abortion Laws (NARAL) in the U.S. in 1968. A truthful poll of opinion then would have found that most Americans were against permissive abortion. Yet within five years we had convinced the U.S. Supreme Court to issue the decision which legalised abortion throughout America in 1973 and produced virtual abortion on demand up to birth. How did we do this? It is important to understand the tactics involved because these tactics have been used throughout the western world with one permutation or another, in order to change abortion law.

THE FIRST KEY TACTIC WAS TO CAPTURE THE MEDIA

We persuaded the media that the cause of permissive abortion was a liberal enlightened, sophisticated one. Knowing that if a true poll were taken, we would be soundly defeated, we simply fabricated the results of fictional polls. We announced to the media that we had taken polls and that 60% of Americans were in favour of permissive abortion. This is the tactic of the self-fulfilling lie. Few people care to be in the minority. We aroused enough sympathy to sell our program of permissive abortion by fabricating the number of illegal abortions done annually in the U.S. The actual figure was approaching 100,000 but the figure we gave to the media repeatedly was 1,000,000. Repeating the big lie often enough convinces the public.

The number of women dying from illegal abortions was around 200-250 annually. The figure we constantly fed to the media was 10,000. These false figures took root in the consciousness of Americans convincing many that we needed to crack the abortion law.

Another myth we fed to the public through the media was that legalising abortion would only mean that the abortions taking place illegally would then be done legally. In fact, of course, abortion is now being used as a primary method of birth control in the U.S. and the annual number of abortions has increased by 1500% since legalisation.

THE SECOND KEY TACTIC WAS TO PLAY THE CATHOLIC CARD

We systematically vilified the Catholic Church and its “socially backward ideas” and picked on the Catholic hierarchy as the villain in opposing abortion. This theme was played endlessly. We fed the media such lies as “we all know that opposition to abortion comes from the hierarchy and not from most Catholics” and “Polls prove time and again that most Catholics want abortion law reform”. And the media drum-fired all this into the American people, persuading them that anyone opposing permissive abortion must be under the influence of the Catholic hierarchy and that Catholics in favour of abortion are enlightened and forward-looking. An inference of this tactic was that there were no non- Catholic groups opposing abortion. The fact that other Christian as well as non-Christian religions were {and still are) monolithically opposed to abortion was constantly suppressed, along with pro-life atheists’ opinions.

THE THIRD KEY TACTIC WAS THE DENIGRATION AND SUPPRESSION OF ALL SCIENTIFIC EVIDENCE THAT LIFE BEGINS AT CONCEPTION

I am often asked what made me change my mind. How did I change from prominent abortionist to pro-life advocate? In 1973, I became director of obstetrics of a large hospital in New York City and had to set up a prenatal research unit, just at the start of a great new technology which we now use every day to study the foetus in the womb. A favourite pro- abortion tactic is to insist that the definition of when life begins is impossible; that the question is a theological or moral or philosophical one, anything but a scientific one.

Foetology makes it undeniably evident that life begins at conception and requires all the protection and safeguards that any of us enjoy.

Why, you may well ask, do some American doctors who are privy to the findings of foetology, discredit themselves by carrying out abortions?

Simple arithmetic at $300 a time, 1.55 million abortions means an industry generating $500,000,000 annually, of which most goes into the pocket of the physician doing the abortion. It is clear that permissive abortion is purposeful destruction of what is undeniably human life. It is an impermissible act of deadly violence. One must concede that unplanned pregnancy is a wrenchingly difficult dilemma, but to look for its solution in a deliberate act of destruction is to trash the vast resourcefulness of human ingenuity, and to surrender the public weal to the classic utilitarian answer to social problems.

AS A SCIENTIST I KNOW, NOT BELIEVE, KNOW THAT HUMAN LIFE BEGINS AT CONCEPTION

Although I am not a formal religionist, I believe with all my heart that there is a divinity of existence which commands us to declare a final and irreversible halt to this infinitely sad and shameful crime against humanity.

Note: Dr. Nathanson has since converted to Catholicism, being baptised in 1996.

Volver arriba